Residencia en Sitka, Alaska
27 de Septiembre de 2019
El publico estaba citado a las 7pm en el Odess Theater, una casa grande y antigua en medio de lo que antes era The Sheldon Jackson Sitka Training School, una escuela de la misión presbiteriana construida al inicio del siglo XX para “educar y civilizar” a la comunidad Tlingit en Sitka, Alaska.
El lugar en cuestión era usado antes para reunir y organizar una comunidad en proceso de “modernización” a la que se le intentaba enseñar por todos los medios posibles las maneras de vivir, de comer, de vestirse y de rezar de los ciudadanos estado-unidenses.
Al lado del colegio, se construyó un museo donde poner todos los artefactos, máscaras y trajes de la comunidad para mostrar desde sus inicios a los niños y jóvenes cuál era el nuevo lugar para su cultura.
Un poco más de 100 años después me presentaba en el Odess Theater ahora convertido en teatro. El colegio misionario cerró puertas en el 2007 y en el 2011 todos los edificios menos el museo, fueron transferidos a una pequeña asociación que organiza en éste lugar un campamento artístico de verano para jóvenes. Yo estaba allí gracias a un acuerdo entre el ministerio de cultura de Colombia y ésta asociación, llamada Sitka Fine Arts Camp que lleva todos los años dos artistas colombianos a realizar un mes de residencia en Sitka durante el final del verano.
Pero en verdad yo estaba allí gracias al venado.
Años atrás, antes de soñar ser titiritero, había soñado algún día ir a las tierras del norte de nuestro continente a compartir el mensaje del Abya Yala1 y participar de alguna manera en el tejido de un territorio sin muros, donde el norte no estuviera por encima del sur.
En esa época yo regresaba del viaje por las selvas de la Gran Serpiente, los desiertos inmensos de la costa oeste, las sierras del ombligo del Tahuantinsuyo y el lago mítico del Puma de Piedra. Llegó a mis manos La Saga de los Confines de Liliana Bodoc, y su lectura fue como un gran un eco a lo vivido: le puso personajes, ritmo, silencios y palabras a los paisajes, personas y sentires que había visitado durante los viajes recientes.
Días después me fui a concursar a la escuela de títeres en Francia con el sueño de aprender herramientas para contar la memoria de los abuelos. Después de haber pasado la primera audición, mientras pensaba cual texto usaría para el concurso final, me llegó como un dictado el epílogo de La Saga de los Confines en palabras de Cucub: Si ustedes me preguntan por que sigo cantando, es porque aprendí, de tanto andar la tierra; que el odio retrocede cuando los hombres cantan…
Silencio en el Odess Theater. En uno de los sueños del venado, una abuela Tlingit se despierta con su tambor en la mano y su vestimenta de ceremonia. En un lado lleva el símbolo del Cuervo, en el otro el símbolo del Aguila, los dos grandes clanes de la comunidad reunidos. Ambos clanes presentes con algún descendiente dentro del publico.
El pequeño tambor de la abuela hecha títere empieza a sonar y al sonar, cantos antiguos responden desde el publico. Son los cantos de Louise Brady, abuela y líder del clan de las Ranas del gran clan de los Cuervos que está allí. El tambor pequeño que retumba ha sido un regalo de Tommy Joseph, del clan de los Lobos, del gran clan de las Aguilas también allí presente con su familia.
Al final de la obra Louise se acerca a decirme: No solo tu abuela -que había partido al mundo invisible una semana antes y a quien invité especialmente a la función- estaba acá con nosotros en el publico. También estaban nuestras abuelas y abuelos reunidos.
No les contaré la obra, porque está aún en creación y espero que la vean algún día. Les contaré que la abuelita títere que me acompañó en este primer viaje del venado la fabricamos para representar una abuela del pueblo Nasa. Y que la abuelita estuvo feliz de acompañarme a ese lugar tan remoto y cambiar su falda Nasa por un traje de ceremonia Tlingit. Su mirada de dignidad, es la misma mirada sea Nasa o Tlingit. Es la mirada de una abuela de los pueblos de la tierra, mirada sonriente y profunda; que muchas abuelas comparten por todo el mundo, mirada cargada de confianza por la vida, cuya memoria es imborrable. Como la mirada de la Abuela Kush.
También les contaré qué después de la función, hubo una gran tormenta de rayos solares, por lo que pude ver por primera vez la aurora boreal en su esplendor. De las montañas salían llamas transparentes que bailaban despacio como humo azul en cámara lenta. Una de ellas empezó a cruzar todo el cielo, hasta que armó un arco entero y volatil encima de nosotros. Yo abajo brincaba. No solo por el espectáculo, que se completaba con una playa llena de plancton brillante como las estrellas de arriba. Sino por el frío que hacía al ser casi la media noche al final de la carretera 7km de distancia de un pueblo llamado Sitka, Shee Atika, un antiguo campamento de verano de los Tlingit para pescar salmones para el invierno, al sureste de Alaska, en lo más norte de las Tierras Fértiles.
- Abya Yala en lengua del pueblo Kuna es traducido como Tierra en florecimiento o Tierras Fértiles; éste nombre ha sido adoptado por distintos pueblos originarios del continente para reemplazar el nombre europeo de América eliminando así las fronteras imaginarias entre Norte y Sur. [↩]